El complejo problema público detrás de la “Norma Oficial antiestrés”

En México, el 23 de octubre de 2018 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Norma Oficial Mexicana NOM-035-STPS-2018 (STyPS, 2018). Factores de Riesgo Psicosocial en el Trabajo[1], cuya primera etapa entró en vigor el 23 de octubre pasado y la segunda entrará, el 23 de octubre del 2020. Su objetivo es regular a los “centros de trabajo” para identificar, analizar y prevenir los factores de riesgo psicosocial en su interior. Es decir, los factores que pueden provocar trastornos de ansiedad, del ciclo sueño-vigilia (no orgánicos), de estrés grave y de adaptación derivados de la naturaleza de las funciones del puesto de trabajo, del tipo de jornada, por la exposición a acontecimientos traumáticos severos o por actos de violencia laboral (SEGOB, DOF 23/10/2018). Los riesgos comprenden las condiciones peligrosas en el ambiente de trabajo, cargas de trabajo excesivas, jornadas de trabajo superiores a las previstas en la Ley Federal del Trabajo, rotación de turnos que incluyan turno nocturno sin períodos de recuperación y descanso, interferencia en la relación trabajo-familia, liderazgo negativo y violencia laboral.

La NOM-035-STPS-2018 evidencia algo que nunca tendría que haberse perdido de vista: la necesidad de hacer de los centros de trabajo lugares seguros, provistos de una organización adecuada para el crecimiento de sus trabajadores. La seguridad laboral requiere la intervención del Estado, pero ¿acaso también es necesaria con respecto a la salud mental?[2] en caso afirmativo ¿qué retos enfrenta la norma? ¿funcionará igual en todos los ámbitos? El objetivo de esta nota es aportar información que permita entender la complejidad en la que incidirá la norma “antiestrés” y las razones que justifican la intervención estatal en un problema que parece agotarse en lo privado.

El interés por los riesgos psicosociales en los centros de trabajo no es nuevo. Hay un proceso de construcción de su prevalencia como problema público desde 1984, cuando se redactó un informe mixto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) que aludía al tema. Desde entonces se ha creado normatividad en distintos países. También hay estrategias como el Plan de acción mundial sobre la salud de los trabajadores (2008-2017) y el Plan de acción sobre salud mental (2013-2030) de la OMS. México se alineó con la tendencia desde 2016, cuando se estableció el proyecto de norma (Maldonado, Forbes México, 2018).

Para la OIT (2016), las condiciones laborales provocadas por la globalización y el “progreso” tecnológico causan problemas de salud mental, lo cual no es ya un asunto individual o de personalidad, pues tiene una dimensión social[3]. El problema no se agota en lo laboral porque tiene efectos en la salud ocupacional e implicaciones de equidad. Es probable que, a su vez, estos efectos se conviertan de nuevo en causas que inciden en lo laboral, creando así un ciclo de retroalimentación complejo.

Con respecto a la dimensión económica, sabemos que la ansiedad y depresión provocadas por el trabajo representan pérdidas de productividad y eso disminuye el PIB. Es importante mencionar que la depresión, además de afectar las funciones físicas, mentales y sociales de quien la padece, produce niveles importantes de discapacidad. A pesar del fuerte impacto que tiene esta enfermedad en México, el número de personas que no sabe que la padece es muy alto, debido a que la desestima, tarda en buscar la asistencia adecuada o, cuando la busca, no la encuentra.

El reporte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS,) La carga de los trastornos mentales en la Región de las Américas (2018), proporciona datos sobre la magnitud del problema de salud ocupacional al cual se suman los riesgos psicosociales en el trabajo. Informa que los trastornos mentales, neurológicos, debidos al consumo de sustancias y el suicidio (TMNS) constituyen un grupo de enfermedades y afecciones que son una causa importante de discapacidad y mortalidad, y provocan un tercio del total de años perdidos por discapacidad (APD) y un quinto del total de años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD) en la región de las Américas. De los trastornos mentales, los depresivos son la principal causa de discapacidad y de discapacidad combinada con mortalidad, representando 3,4% del total de AVAD y 7,8% del total de APD. El segundo subgrupo de mayor importancia abarca los trastornos de ansiedad, con 2,1% y 4,9%, respectivamente, del total de AVAD y APD. La autoagresión y los trastornos por dolor también deben considerarse trastornos mentales comunes, responsables respectivamente de 1,6% de los AVAD y 4,7% de los APD (OPS, 2018). Según la OMS y la OPS, los costos globales anuales de problemas de salud mental se estiman en 2.5 billones de dólares y se espera que suban a 6 billones en 2030 (OPS, 2017).

En su edición de julio de 2018, Newsweek en español dedica un artículo a la depresión en el que destaca que, en México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señala que 29.9 por ciento de los habitantes mayores de 12 años sufren algún nivel de depresión ocasional, mientras que 12.4 por ciento los experimenta de manera frecuente (Velázquez & Lino). Además, la depresión es la primera razón para el deterioro en la calidad de vida entre mujeres y la novena para los hombres. Las estadísticas también señalan que tan solo en 2018 se registraron 6,808 suicidios en el país (INEGI, 2018). La depresión está ligada también a otros trastornos como la ansiedad o el consumo de sustancias adictivas y es la principal enfermedad afectiva entre pacientes con enfermedades crónico-degenerativas como el cáncer o la diabetes. La OMS pronostica que para el año 2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad en el mundo, y la primera en países en vías de desarrollo como México (Velázquez & Lino, 2018). Plantea junto con la OPS que el estigma y la falta de conciencia de salud mental en el trabajo son también barreras a la equidad, pues frecuentemente las personas con estos problemas ocultan su situación por temor de la discriminación cuando están buscando trabajo o para protegerlo.

Esto pone a la NOM-035-STPS-2018 en un contexto que permite entender por qué el Estado interviene en asuntos que son considerados, por algunos, meramente individuales y privados. Aunque la NOM está adecuadamente acotada a problemas originados en los centros de trabajo, en ellos converge un problema mayor con una arista económica, una de salud ocupacional, una de equidad y una que corresponde a cada individuo. El problema va y viene entre la frontera de lo privado y lo público, entre lo social y lo individual y ése es el mayor reto de la norma. Tan solo el “liderazgo negativo” es algo que puede ser provocado por una serie de factores personales, por tipos de interacción en cada organización y por normas sociales a la vez ¿Podrá la norma ayudar a las organizaciones a evitarlo?

Cabe preguntarse también cómo operará la NOM en distintos ámbitos. El sector público, por ejemplo, es uno de los lugares más estresantes para trabajar. La naturaleza política de estas organizaciones puede significar un reto mayor para el cuidado de la salud mental. Para los servidores públicos, tan solo admitir que padecen algún problema de este tipo es un riesgo porque los muestra vulnerables en un ambiente competitivo y en el cual frecuentemente la violencia psicológica es un medio para obtener estatus y poder. Los recientes recortes por austeridad pueden haber aumentado los riesgos psicosociales. Es posible que hayan incrementado las cargas de trabajo inadecuadas y la interferencia en la vida familiar.

La academia es otro ámbito complicado. El espíritu de crítica constante para generar conocimiento implica someterse a retroalimentación negativa que causa estrés. Los estándares de éxito en esta carrera son cada vez más altos y los trabajos iniciales tienden a ser precarios (Redacción Nature, 2019). Las recompensas por el trabajo arduo tardan más en llegar y han disminuido con respecto a otros sectores. En un ambiente en el que es necesario demostrar competencia intelectual y resiliencia, estamos todavía lejos de habituarnos a hablar de emociones sin sentirnos en riesgo por ello cuando en realidad las habilidades y aptitudes cognitivas e intelectuales no son menores si se aceptan y afrontan las vulnerabilidades personales.

En la academia, con frecuencia los profesores tienen riesgos por desbalance entre la relación de esfuerzo y recompensa (Kinman, Jones, en Levecque et al. 2017). Por otra parte, los estudiantes, quienes trabajan para alcanzar el grado de especialización que requiere la investigación y docencia, enfrentan problemas particulares. Un estudio publicado en la revista Research Policy encontró que 32% pueden desarrollar algún trastorno psiquiátrico común como la depresión en Estados Unidos (Levecque et al. 2017). La revista Nature (Woolson, 2019) hizo una encuesta por quinta vez entre doctorantes y aunque los entrevistados se autoseleccionaron, las 6,300 respuestas son diversas y suficientes para motivar otras investigaciones. Aunque la mayoría se dicen satisfechos con su actividad, el 36% afirmó haber buscado ayuda por ansiedad o depresión causada por sus estudios.

La OMS (Woolson, 2019) también ha investigado este ámbito y mediante una encuesta internacional, sabe que 31% de los estudiantes habían tenido señales de depresión, desorden general de ansiedad o desorden de pánico en el año previo al estudio. Salve la imperfección de las cifras, bastan para preguntarnos ¿Tenemos una situación similar en México? ¿Qué se puede esperar de la NOM en la academia? ¿Cómo puede aminorarse la situación?

La responsabilidad individual en este problema implica cuidar nuestra salud y no dañar la de otros. Solicitar ayuda profesional no es un signo de debilidad. También conviene entender que el trabajo es una necesidad y una de las fuentes más importantes de satisfacción, pero puede generar ansiedad y estrés que deteriore la salud. Los empleadores deben evitar eso y los empleados alzar la voz y prevenir el deterioro en su vida cotidiana. Es necesario generar paulatinamente actividades que reduzcan la estigmatización y la discriminación y exigir mejores servicios de salud, incluidos los de salud mental, la cual, por cierto, habría que vincular no solamente a lo fisiológico sino a lo emocional. Es necesario evaluar constantemente nuestra relación con el trabajo y con nosotros mismos. No está de más preguntarnos de vez en cuando ¿Por qué y para qué trabajamos en lo que trabajamos? ¿Qué inspira nuestra labor diaria? ¿Qué buscamos obtener?

Fuentes:

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). 2018. Defunciones por suicidio por Entidad federativa de residencia habitual de la persona fallecida, Periodo y Sexo. Recuperado de: https://www.inegi.org.mx/app/tabulados/interactivos/default?px=Mortalidad_07&bd=Mortalidad.

Levecque, K; Anseel, F; De Beuckelaer, A; Van der Heyden, J & Gisle, L. 2017. Work organization and mental health problems in PhD students. Research Policy. 46:868-879.

Maldonado, A. Forbes México, 2018. Cuidará NOM la salud mental de los empleados. Recuperado de: https://www.forbes.com.mx/cuidara-nom-la-salud-mental-de-los-empleados/

Muñoz, M; Medina, M.E.; Borges, G & Zambrano, J. 2007. Social cost of mental disorders: Disability and work days lost. Results from the Mexican survey ofpsychiatric epidemiology. Salud Mental, 30(5): 4 -11.

Redacción Nature. 2019. A cry for help. Without systemic change to research cultures, graduate-student mental health could worsen. Nature, 575: 257-258

Organización Internacional del Trabajo (OIT), 2016. Estrés en el trabajo. Un reto colectivo. Recuperado de: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_protect/—protrav/—safework/documents/publication/wcms_466549.pdf

Organización Mundial de la Salud (OMS), 2013. Salud mental: un estado de bienestar. Recuperado de: http://origin.who.int/features/factfiles/mental_health/es/

Organización Panamericana de la Salud (OPS), 2017. Día Mundial de la Salud Mental 2017: Salud mental en el trabajo. Recuperado de: https://www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=13739:world-mental-health-day-2017&Itemid=42091&lang=es 

—————————————————————-, 2018. La carga de los trastornos mentales en la Región de las Américas. Recuperado de: http://iris.paho.org/xmlui/handle/123456789/49578

Secretaría de Gobernación (SEGOB). Diario Oficial de la Federación. 23/10/2018. Norma Oficial Mexicana NOM-035-STPS-2018. Recuperado de:  https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5541828&fecha=23/10/2018

Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS). 2018. Tríptico NOM-035-STPS-2018. Recuperado de: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/503382/TRIPTICO_NOM-035.pdf

Velázquez, E.C. & Lino, M. Newsweek en español. 22/07/2018. Depresión, el trastorno mental que será la primera causa de discapacidad en México para 2020. Recuperado de: https://newsweekespanol.com/2018/07/depresion-mexico-discapacidad/

Woolston, C. Nature., 2019. PhD Poll Reveals Fear and Joy, Contentment and Anguish. 575: 403-406


[1] La OIT definió los factores de riesgo psicosocial en 1984, en términos de “las interacciones entre el medio ambiente de trabajo, el contenido del trabajo, las condiciones de organización y las capacidades, necesidades, cultura del trabajador, y consideraciones personales externas al trabajo que pueden, en función de las percepciones y la experiencia, tener influencia en la salud, rendimiento del trabajo y satisfacción laboral” (OIT, 2016).

[2] La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece para salud mental: un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad (OMS, 2013).

[3] Es decir, hay una dimensión pública en la prevalencia de algunos trastornos de salud mental, aunque hay muchos que solo se expliquen por tener un componente neurológico o psicológico individual.


Autoras

Dra.(c.). María Elena Quintana Garay. Coordinadora de Asesoría Psicopedagógica del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C.

Mtra. Samanta Varela. Estudiante del Doctorado en Políticas Públicas del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C.

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